Evangelio según San Marcos 8,27-33.
“Jesús salió
con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les
preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos le
respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y
otros, alguno de los profetas".
"Y
ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro respondió: "Tú eres el
Mesías".
Jesús les
ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.
Y comenzó a
enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los
ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte
y resucitar después de tres días;
y les
hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a
reprenderlo.
Pero Jesús,
dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo:
"¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los
de Dios, sino los de los hombres".
Comentario del Evangelio por
San Rafael Arnaiz Barón (1911-1938), monje trapense español
Escritos
Espirituales 07/04/1938
"Por
primera vez, les enseñó que hacía falta que el Hijo del hombre sufriera
mucho"
Bendito
Jesús, ¿qué me enseñarán los hombres, que no enseñes Tú desde la Cruz? Ayer vi
claramente que solamente acudiendo a Ti se aprende; que sólo Tú das fuerzas en
las pruebas y tentaciones y que solamente a los pies de tu Cruz, viéndote
clavado en ella, se aprende a perdonar, se aprende humildad, caridad y
mansedumbre. No me olvides, Señor..., mírame postrado a tus pies y accede a lo
que te pido. Vengan luego desprecios, vengan humillaciones, vengan azotes de
parte de las criaturas...,¡qué me importa! Contigo a mi lado lo puedo todo...
La portentosa, la admirable, la inenarrable lección que Tú me enseñas desde tu
Cruz, me da fuerzas para todo.
A Ti te escupieron, te insultaron, te
azotaron, te clavaron en un madero, y siendo Dios, perdonabas humilde, callabas
y aún te ofrecías... ¡Qué podré decir yo de tu Pasión!... Más vale que nada
diga y que allá adentro de mi corazón medite en esas cosas que el hombre no
puede llegar jamás a comprender. Conténteme con amar profundamente,
apasionadamente el misterio de tu Pasión… ¡Qué dulce es la Cruz de Jesús! ¡Qué
dulce es sufrir perdonando! ¡Cómo no volverme loco!... Me enseña su Corazón
abierto a los hombres, y despreciado... ¡Dónde se ha visto ni quién ha soñado
dolor semejante! ¡Qué bien se vive en el Corazón de Cristo!
Bendito
Jesús, ¿qué me enseñarán los hombres, que no enseñes Tú desde la Cruz? Ayer vi
claramente que solamente acudiendo a Ti se aprende; que sólo Tú das fuerzas en
las pruebas y tentaciones y que solamente a los pies de tu Cruz, viéndote
clavado en ella, se aprende a perdonar, se aprende humildad, caridad y
mansedumbre. No me olvides, Señor..., mírame postrado a tus pies y accede a lo
que te pido. Vengan luego desprecios, vengan humillaciones, vengan azotes de
parte de las criaturas...,¡qué me importa! Contigo a mi lado lo puedo todo...
La portentosa, la admirable, la inenarrable lección que Tú me enseñas desde tu
Cruz, me da fuerzas para todo.
A Ti te escupieron, te insultaron, te
azotaron, te clavaron en un madero, y siendo Dios, perdonabas humilde, callabas
y aún te ofrecías... ¡Qué podré decir yo de tu Pasión!... Más vale que nada
diga y que allá adentro de mi corazón medite en esas cosas que el hombre no
puede llegar jamás a comprender. Conténteme con amar profundamente,
apasionadamente el misterio de tu Pasión… ¡Qué dulce es la Cruz de Jesús! ¡Qué
dulce es sufrir perdonando! ¡Cómo no volverme loco!... Me enseña su Corazón
abierto a los hombres, y despreciado... ¡Dónde se ha visto ni quién ha soñado
dolor semejante! ¡Qué bien se vive en el Corazón de Cristo!