Evangelio según San Marcos 9,38-40.
“Juan le
dijo a Jesús: "Maestro, hemos visto
a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no
es de los nuestros". Pero Jesús les
dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre
y luego hablar mal de mí.
Y el que no
está contra nosotros, está con nosotros”. Palabra del Señor.
Comentario del Evangelio por el Papa Francisco
Audiencia
general del 12/06/2013 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
¿Acaso es de los nuestros?
“Hoy
desearía detenerme brevemente en otro de los términos con los que el Concilio
Vaticano II definió a la Iglesia: “Pueblo de Dios” (cf. const. dogm. Lumen
gentium, 9; Catecismo de la Iglesia católica, 782).
¿Qué quiere decir ser “Pueblo de Dios”?
Ante todo quiere decir que Dios no pertenece en modo propio a pueblo alguno;
porque es Él quien nos llama, nos convoca, nos invita a formar parte de su
pueblo, y esta invitación está dirigida a todos, sin distinción, porque la
misericordia de Dios “quiere que todos se salven” (1 Tm 2, 4).
A los Apóstoles y a nosotros Jesús no nos
dice que formemos un grupo exclusivo, un grupo de élite. Jesús dice: id y haced
discípulos a todos los pueblos (cf. Mt 28, 19). San Pablo afirma que en el
pueblo de Dios, en la Iglesia, “no hay judío y griego... porque todos vosotros
sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3, 28). Desearía decir también a quien se siente
lejano de Dios y de la Iglesia, a quien es temeroso o indiferente, a quien
piensa que ya no puede cambiar: el Señor te llama también a ti a formar parte
de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor. Él nos invita a formar parte de
este pueblo, pueblo de Dios.
¿Cómo
se llega a ser miembros de este pueblo? No es a través del nacimiento físico,
sino de un nuevo nacimiento. En el Evangelio, Jesús dice a Nicodemo que es
necesario nacer de lo alto, del agua y del Espíritu para entrar en el reino de
Dios (cf. Jn 3, 3-5). Somos introducidos en este pueblo a través del Bautismo,
a través de la fe en Cristo, don de Dios que se debe alimentar y hacer crecer
en toda nuestra vida. Preguntémonos: ¿cómo hago crecer la fe que recibí en mi
Bautismo? ¿Cómo hago crecer esta fe que yo recibí y que el pueblo de Dios
posee?”