Evangelio según San Lucas
11,14-23.
“Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino?”
“Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el
demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos
de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el
Príncipe de los demonios".
Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del
cielo.
Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde
hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.
Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino?
Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul.
Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder
los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos
como jueces.
Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios,
quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.
Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio,
todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo
domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes.
El que no está conmigo, está contra mí; y el que
no recoge conmigo, desparrama”.
Comentario del Evangelio por San Juan Eudes (1601-1680) sacerdote,
predicador,
fundador de institutos religiosos El Reino de Jesús, 3, 4 (trad. breviario viernes 33 del tiempo
ordinario)
"El reino de Dios ha venido para vosotros"
“Debemos continuar y completar en nosotros los estados y misterios de
la vida de Cristo, y suplicarle con frecuencia que los consume v complete en
nosotros y en toda su Iglesia. Porque los misterios de Jesús no han llegado todavía
a su total perfección y plenitud. Han llegado, ciertamente, a su perfección y
plenitud en la persona de Jesús, pero no en nosotros, que somos sus miembros,
ni en su Iglesia, que es su cuerpo místico (Ef 5,30).
El Hijo de Dios quiere
comunicar y extender en cierto modo y continuar sus misterios en nosotros y en
toda su Iglesia, ya sea mediante las gracias que ha determinado otorgarnos, ya
mediante los efectos que quiere producir en nosotros a través de estos
misterios. En este sentido, quiere completarlos en nosotros. Por esto, san
Pablo dice que Cristo halla su plenitud en la Iglesia y que todos nosotros
contribuimos a su edificación y a la medida de Cristo en su plenitud (Ef
4,13)... El mismo apóstol dice, en otro lugar, que él completa en su carne los dolores
de Cristo (Col 1,24)...
De este modo, el Hijo de
Dios ha determinado consumar y completar en nosotros todos los estados y
misterios de su vida. Quiere llevar a término en nosotros los misterios de su
encarnación, de su nacimiento, de su vida oculta, formándose en nosotros y
volviendo a nacer en nuestras almas por los santos sacramentos del bautismo y
de la sagrada eucaristía, y haciendo que llevemos una vida espiritual e
interior, escondida con él en Dios.
Quiere completar en nosotros
el misterio de su pasión, muerte y resurrección, haciendo que suframos, muramos
y resucitemos con él y en él. Finalmente, completará en nosotros su estado de
vida gloriosa e inmortal…
Según esto, los misterios de
Cristo no estarán completos hasta el final de aquel tiempo que él ha destinado
para la plena realización de sus misterios en nosotros y en la Iglesia, es
decir, hasta el fin del mundo”.
Salmo 95(94),1-2.6-7.8-9.
Invitación a
la alabanza
¡Vengan,
cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a
la Roca que nos salva!
¡Lleguemos
hasta él dándole gracias,
aclamemos
con música al Señor!
¡Entren,
inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la
rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque él es
nuestro Dios,
y nosotros,
el pueblo que él apacienta,
las ovejas
conducidas por su mano.
Ojalá hoy
escuchen la voz del Señor:
«No
endurezcan su corazón como en Meribá,
como en el
día de Masá, en el desierto,
cuando sus
padres me tentaron y provocaron,
aunque
habían visto mis obras.»