Evangelio según San Mateo 23,1-12.
"El
que se humilla será ensalzado".
Entonces Jesús dijo a la multitud y a sus
discípulos:
"Los escribas y fariseos ocupan la
cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no
se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las
ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni
siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias
y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en
los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las
plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente. En cuanto a ustedes, no se
hagan llamar
'maestro',
porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el
mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se
dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el
Mesías.
Que el más
grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza
será humillado, y el que se humilla será ensalzado".
Comentario
del Evangelio por: Santa Catalina de Siena (1347-1380),
Terciaria
dominica, doctora de la Iglesia,
copatrona de Europa Diálogos, c. 4
«El que se
humilla será enaltecido»
[Santa Catalina oyó que Dios le decía:]” Me
pides conocerme y amarme a mí, la Verdad suprema. He aquí el camino para quien
quiera llegar a conocerme perfectamente y gustarme, a mí la Verdad eterna: no
dejes jamás de conocerte a ti misma, y cuando estés abajada en el valle de la humildad,
entonces es en ti que me conocerás. Es en este conocimiento que sacarás todo lo
que te falta, todo lo que te es necesario. Ninguna virtud tiene calidad en sí
misma si no la saca de la caridad; ahora bien, la humildad es la que alimenta y
gobierna a la caridad. En el conocimiento de ti misma llegarás a ser humilde, puesto
que verás que tú, por ti misma, no eres nada y que tu ser viene de mí puesto
que os he amado antes de que existierais. Es a causa de este amor inefable que
siento por vosotros que, queriéndoos recrear de nuevo por la gracia, os he lavado
y recreado en la sangre que mi Hijo único derramó con un fuego de amor tan
grande.
Sólo esta sangre, ella sola, hace conocer la
verdad a aquel que ha disipado la nube
del amor propio a través de este conocimiento de sí mismo. Es entonces cuando
en este conocimiento de mí, el alma se abrasa con un amor inefable, y es a causa
de este amor que experimenta un dolor continuo. No un amor que la aflige y la
deja seca (lejos de eso, puesto que, bien al contrario, es fecunda) sino porque
habiendo conocido mi verdad, sus propias faltas, la ingratitud y ceguera del prójimo,
siente por todo ello, un dolor intolerable. Su aflicción es debida a su amor para
conmigo, porque si no me amara no se afligiría”.
Salmo 50(49),8-9.16bc-17.21.23.
No te reprendo por tus sacrificios,
o por tus holocaustos, que están
siempre ante mí.
No tomaría un toro de tu establo
ni un chivo de tu corral.
«¿Por qué vas repitiendo mis
preceptos,
y andas siempre hablando de religión,
tú que odias mis reprensiones
y te echas mis palabras a la espalda?
Si tú lo haces, ¿tendré yo que
callarme?,
¿o piensas que yo soy como tú?
Te acusaré y te lo echaré en cara.
Me honra el que da gracias con
sacrificios,
pero al que va por camino recto,
le haré ver la salvación de Dios».