Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18.
Jesús dijo a
sus discípulos:
“Tengan
cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por
ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en
el cielo.
Por lo
tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los
hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres.
Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú
des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,
para que tu
limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando
ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en
las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que
ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en
cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu
Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará.
Cuando
ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que
desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya
han recibido su recompensa.
Tú, en
cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu
ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo
secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.
Comentario del Evangelio por San Cirilo de Jerusalén
(315-386),
obispo de Jerusalén y doctor de la Iglesia Catequesis de preparación al bautismo, n° 1, 1.5
“La cuaresma conduce al bautismo en la noche de Pascua, por el perdón de los pecados”
[Pronunciada en Jerusalén, contiene una
introducción a los que se aproximan al bautismo]. Vosotros que vais a ser
bautizados, sois ya discípulos de la nueva Alianza y partícipes de los
misterios de Cristo, ahora por vocación, pero dentro de poco también como un
don: haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo… Pues el unigénito Hijo de Dios está
plenamente dispuesto para vuestra redención y señala: “Venid a mi todos los que
estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Los que lleváis el pernicioso vestido
de vuestras ofensas y estáis oprimidos por las cadenas de vuestros pecados,
escuchad la voz del profeta que dice: “Lavaos, purificaos, quitad de delante de
mis ojos las maldades de vuestra alma”, de modo que os aclame el coro de los
ángeles: “Dichoso el que es perdonado de su culpa, y queda absuelto de su
pecado”.
El tiempo presente es tiempo de confesión.
Confiesa todo lo que hiciste, de palabra o de obra, tanto de noche como de día.
Reconócelo en el tiempo aceptable, y recibe el tesoro celestial en el día de la
salvación (cf. 2 Cor 6,12)… Suprime de
tu pensamiento toda preocupación humana; ocúpate de tu alma… Abandona lo que
tienes delante y ten fe en lo que ha de venir… “Rendíos y reconoced que yo soy
Dios”… Limpia tu corazón (cf. Mt 23, 26) para que quepa en él una gracia más
abundante; pues el perdón de los pecados se da a todos por igual pero la
comunión del Espíritu Santo se concede según la medida de la fe de cada uno (Rm
12,6). Si poco trabajas, recibirás poco; pero si haces mucho, mucha será tu
paga… Si tienes algo contra alguien, perdónale. Vas a recibir el perdón de los
pecados: es necesario que también tú perdones a quien pecó contra ti.