Evangelio
según San Mateo 17,1-9.
“Jesús tomó
a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
Allí se
transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus
vestiduras se volvieron blancas como la luz.
De pronto se
les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a
Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo
tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Todavía
estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una
voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo
puesta mi predilección: escúchenlo".
Al oír esto,
los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
Jesús se
acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan
miedo".
Cuando
alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Mientras
bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta visión,
hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos". Palabra de Dios.
sacerdote en
Antioquía después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías
sobre el evangelio de Mateo, n° 56; PG 58, 549
“No contéis
a nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”
“Jesucristo había hablado muchas cosas
acerca de los peligros, de la muerte, de su Pasión y aun de la matanza de sus
discípulos, y les había dado preceptos difíciles, cosas todas realizables en la
vida presente y que estaban como quien dice entre las manos de ellos, mientras
que los otros bienes estaban en esperanza y expectación -como era aquello de
que quienes pierden su alma la salvarán y que El vendría en la gloria de su
Padre,… ya desde esta vida quiso hacerla manifiesta y revelarla, a fin de que
no se dolieran ni de la muerte de ellos ni de la muerte de su Señor; en
especial Pedro, que se esforzaba en aceptarlo.
Seis días después tomó Jesús a Pedro, a
Santiago y a Juan. ¿Por qué a solos ellos tomó? Porque eran más excelentes que
los otros. Pedro sobresalía porque amaba sobremanera a Cristo; Juan porque era
el muy amado; Santiago por la respuesta que dio juntamente con su hermano
cuando dijo: Podemos beber el cáliz. Y no sólo por la dicha respuesta, sino
además por sus obras… Y ¿por qué trae ahora a Moisés y a Elías? Muchos motivos
podrían aducirse. Y el primero es que las turbas decían que El era Elías, otros
que Jeremías, otros que alguno de los profetas. Trae, pues, consigo a los que
parecían ser los principales, para que con esto se viera la enorme diferencia
que había entre el Señor y los siervos; y así mejor se viera que justamente
Pedro había sido alabado por haberlo confesado Hijo de Dios.
Hay otro motivo. El de que frecuentemente
se le acusara como transgresor de la Ley y que se le tuviera como blasfemo,
porque reivindicaba para sí la gloria del Padre… y que no había traspasado la
Ley ni había reivindicado para sí una gloria que no le perteneciera, al
llamarse igual al Padre. Por eso trae consigo a los que más en esto se habían
distinguido. Moisés había dado la Ley… En cuanto a Elías, que estaba lleno de
celo por la gloria de Dios… Para que entendieran que Cristo tenía potestad
sobre la vida y la muerte e imperaba en cielos y tierra. Por eso hace presente
a uno que ya había muerto y a otro que aún no había muerto. Para manifestar la
gloria de la cruz y consolar así a Pedro y a los otros que temían la sagrada
Pasión y levantarles el ánimo. Pues los profetas, en cuanto llegaron ahí, no
permanecieron callados, sino que trataban de la partida de Cristo que debía
cumplirse en Jerusalén, es decir, de su Pasión y muerte de cruz, pues así la
llaman siempre”.