Evangelio según San Lucas 18,9-14.
“El que se
ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".
“Refiriéndose
a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también
esta parábola:
"Dos
hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo,
de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás
hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.
Ayuno dos
veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'.
En cambio el
publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los
ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad
de mí, que soy un pecador!'.
Les aseguro
que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo
el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".
Comentario del Evangelio por el Venerable Juan Taulero (c. 1300-1361),
dominico en
Estrasburgo Sermón 48, para el domingo 11 después de la
Trinidad
“Señor, ten
piedad de este pecador”
“Queridas
hermanas, sabedlo, en verdad, si yo encontrara a un hombre que realmente
tuviera los sentimientos del publicano, que verdaderamente se tenga por
pecador, con tal que en este sentimiento de humildad tuviera el deseo de ser
bueno, le daría con buena conciencia cada dos días el cuerpo de nuestro Señor …
Si el hombre quiere continuar absteniéndose de caídas y faltas graves, es muy
necesario que sea alimentado de este alimento noble y fuerte … Por eso vosotras
no debéis fácilmente absteneros de la comunión porque os sepáis pecadoras. Al
contrario, debéis acudir con frecuencia a la mesa santa, porque ahí están, allí
son depositadas y escondidas toda fuerza, toda santidad, toda ayuda y todo
consuelo.
Pero vosotras no juzgaréis tampoco a los
que no lo hacen… No debéis emitir ningún juicio, para no ser semejantes al
fariseo que se vanagloriaba y condenaba al que estaba detrás de él. Guardaos de
esto como de la pérdida de vuestras almas; absteneos de este peligroso pecado
de la reprobación… Cuando el hombre llega a la cumbre de toda perfección, nada
es más necesario para él que sumergirse en las profundidades más bajas e ir
hasta las raíces de la humildad. Porque del mismo modo que la altura de un
árbol depende de la profundidad de sus raíces, así la elevación de esta vida
viene de la profundidad de la humildad. He aquí porque el publicano, que había
reconocido las profundidades de su bajeza hasta el punto de no atreverse a
levantar los ojos hacia el cielo, fue elevado sobre la altura, porque
"regresó a su casa habiendo sido justificado".
Salmo 51(50),3-4.18-19.20-21ab.
“Humilde
reconocimiento del pecado”
¡Ten piedad
de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran
compasión, borra mis faltas!
¡Lávame
totalmente de mi culpa
y purifícame
de mi pecado!
Los
sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco
un holocausto, no lo aceptas:
mi
sacrificio es un espíritu contrito,
tú no
desprecias el corazón contrito y humillado.
Trata bien a
Sión, Señor, por tu bondad;
reconstruye
los muros de Jerusalén.
Entonces aceptarás
los sacrificios rituales
-las
oblaciones y los holocaustos-.