Evangelio
según San Lucas 5,27-32.
“Jesús salió
y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de
recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció
a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras
personas que estaban a la mesa con ellos.
Los fariseos
y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué
ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?".
Pero Jesús
tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del
médico, sino los enfermos.
Yo no he
venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se
conviertan".
Comentario del Evangelio por San Cirilo de Jerusalén (315-386),
obispo de
Jerusalén y doctor de la Iglesia. Catequesis bautismales, n° 1
«Dejándolo
todo, se levantó y le siguió»:
“La cuaresma
conduce al bautismo. Sois ya discípulos
de la nueva Alianza y partícipes de los misterios de Cristo, ahora por vocación, pero dentro de poco
también como un don: “haceos un corazón
nuevo y un espíritu nuevo” (Ez 18,31) para que se alegren los moradores
del cielo. Pues si, como dice el
evangelio, «habrá alegría por un solo pecador que se convierte» (Lc 15,7), ¿cuánto más no moverá a
la alegría a los habitantes del cielo la
salvación de tantas almas?
Habiendo entrado por un camino ancho y hermoso, recorred
cautelosamente la senda de la piedad. Pues
el unigénito Hijo de Dios está plenamente dispuesto para vuestra redención y señala: «Venid todos
los que estáis cansados y agobiados y yo
os aliviaré»( Mt 11,28).
Los que
lleváis el pernicioso vestido de vuestras
ofensas y estáis oprimidos por las cadenas de vuestros pecados, escuchad
la voz del profeta que dice:
«Lavaos,
purificaos, quitad de delante de mis ojos las
maldades de vuestra alma» ( Is 1,16), de modo que os aclame el coro de
los ángeles:
«Dichoso el
que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su pecado» (Sal. 31,1). Los que habéis encendido
hace poco por primera vez las lámparas
de la fe, sostenedlas en las manos sin que se apaguen, para que aquel que en otro tiempo abrió por la fe el paraíso
al ladrón en este santísimo monte del
Gólgota (Lc 23,43) os conceda también a vosotros cantar el cántico
nupcial.
Si alguno es
ahora esclavo del pecado, prepárese mediante la fe para la regeneración
liberadora de la adopción filial. Y abandonada la funesta servidumbre de los pecados, una vez dedicado al dulce
servicio del Señor, será juzgado digno de
disfrutar la herencia del reino celestial.
Desvestíos
por medio de la confesión del hombre
viejo, que se corrompe por las concupiscencias del error, para revestiros del hombre nuevo, que se renueva por el
conocimiento de aquel que le creó.
Recibid por la fe las arras del Espíritu (2Co 5,5) para que podáis ser
recibidos en las moradas eternas.
Acercaos (a recibir) el sello espiritual para que podáis ser reconocidos favorablemente por vuestro dueño”.