Evangelio según San Mateo 28,8-15.
“Jesús salió
a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense".
“Las
mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del
sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
De pronto,
Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas
se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
Y Jesús les
dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me
verán".
Mientras
ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos
sacerdotes todo lo que había sucedido.
Estos se
reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran
cantidad de dinero, con esta
consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron
su cuerpo, mientras dormíamos'.
Si el asunto
llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de
evitarles a ustedes cualquier contratiempo".
Ellos recibieron
el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los
judíos hasta el día de hoy”.
Comentario
del Evangelio por Papa Francisco
Homilía del
24/03/2013 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
Jesús va a
su encuentro y les dice: "Alegraos" (texto original griego)
“¡Bendito el
que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto”
(Lc 19,38)… Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón
tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada,
esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias
humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios y se ha inclinado para
curar el cuerpo y el alma. Este es Jesús. Este es su corazón atento a todos
nosotros, que ve nuestras debilidades, nuestros pecados. El amor de Jesús es
grande… Jesús es Dios, pero se ha abajado a caminar con nosotros. Es nuestro
amigo, nuestro hermano.
Y esta es la primera palabra que quisiera
deciros: alegría. No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás
puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo
que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús;
que está entre nosotros; nace del saber que, con él, nunca estamos solos,
incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con
problemas y obstáculos que parecen insuperables, y ¡hay tantos! Y en este
momento viene el enemigo, viene el diablo, tantas veces disfrazado de ángel, e
insidiosamente nos dice su palabra. No le escuchéis. Sigamos a Jesús. Nosotros
acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y
nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos
de llevar en este mundo nuestro. Y, por favor, no os dejéis robar la esperanza,
no dejéis robar la esperanza. Esa que nos da Jesús”.