Evangelio
según San Juan 8,21-30.
"Ustedes
son de aquí abajo, yo soy de lo alto”.
Jesús dijo a
los fariseos: "Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado.
Adonde yo voy, ustedes no pueden ir".
Los judíos
se preguntaban: "¿Pensará matarse para decir: 'Adonde yo voy, ustedes no
pueden ir'?".
Jesús
continuó: "Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de
este mundo, yo no soy de este mundo.
Por eso les
he dicho: 'Ustedes morirán en sus pecados'. Porque si no creen que Yo Soy,
morirán en sus pecados".
Los judíos
le preguntaron: "¿Quién eres tú?". Jesús les respondió: "Esto es
precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo.
De ustedes,
tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo
que aprendí de él es lo que digo al mundo".
Ellos no
comprendieron que Jesús se refería al Padre.
Después les
dijo: "Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces
sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el
Padre me enseñó.
El que me
envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le
agrada".
Mientras
hablaba así, muchos creyeron en él.
Comentario del Evangelio por
San Nersès Snorhali (1102-1173), patriarca
armenio
Jesús, Hijo
único del Padre § 708-724; SC 203
“Vosotros
sois de aquí abajo, yo soy de lo alto”
“A causa del
pecado, tú el inocente,
permaneces
en pié ante el tribunal para el condenado;
cuando vuelvas
con la gloria del Padre,
no me
juzgues con él.
Fuiste
burlado por el escupitajo del sacrílego
a causa de
la vergüenza del primer hombre creado;
borra la
verguenza de los pecados del desvergonzado,
con la cual
me cubrí la cara
Te
revestiste de púrpura,
pusiste
sobre ti el manto rojo
como un
deshonor y una afrenta,
como lo
pensaban los soldados de Póncio Pilato (Mt 27,28).
Líbrame del
cilicio del pecado,
la púrpura
roja, el color de sangre,
y revísteme
del traje gozoso
con que
habías revestido al primer hombre.
Doblando la
rodilla, se burlaban,
divirtiéndose,
se burlaban;
contemplando
esto, los ejércitos celestes
adoraban con
temor.
Sufriste
todo esto con el fin de que nuestra naturaleza de Adán
quede libre
de la vergüenza del amigo del pecado,
y de mi alma
y de mi conciencia,
suprimes la
vergüenza, llena de tristeza
En todo tu
cuerpo
y sobre
todas las partes de tus miembros
recibiste
los golpes terribles de la flagelación
después del
veredicto del juez;
Yo que de
pies a cabeza
sufro
dolores intolerables,
cúrame de
nuevo, una segunda vez,
por la
gracia de la fuente del bautismo.
A cambio de
las espinas del pecado,
que para
nosotros la maldición cultivó (Gn 3,18),
en tu cabeza
una corona de espinas ha sido colocada
por los
obreros de la vid de Jerusalén (Mt 21,33s).
Arranca de
mí las espinas del pecado
que mi
enemigo plantó en mí,
y cura en mí
la herida de la mordedura
para que los
estigmas del pecado sean suprimidos”.
Salmo 102(101),2-3.16-18.19-21.
“Lamentación
de un afligido”
Señor,
escucha mi oración
y llegue a
ti mi clamor;
no me
ocultes tu rostro
en el
momento del peligro;
inclina
hacia mí tu oído,
respóndeme
pronto, cuando te invoco.
Las naciones
temerán tu Nombre, Señor,
y los reyes
de la tierra se rendirán ante tu gloria:
cuando el
Señor reedifique a Sión
y aparezca
glorioso en medio de ella;
cuando
acepte la oración del desvalido
y no
desprecie su plegaria.
Quede esto
escrito para el tiempo futuro
y un pueblo
renovado alabe al Señor:
porque él se
inclinó desde su alto Santuario
y miró a la
tierra desde el cielo,
para
escuchar el lamento de los cautivos
y librar a
los condenados a muerte.