Evangelio según San Juan 11,45-57.
¿Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que
perezca la nación entera?".
“Al ver lo
que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en
él.
Pero otros
fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.
Los sumos
sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos?
Porque este hombre realiza muchos signos.
Si lo
dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán
nuestro Lugar santo y nuestra nación".
Uno de
ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes
no comprenden nada.
¿No les
parece que es preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la
nación entera?".
No dijo eso
por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por
la nación,
y no
solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos
de Dios que estaban dispersos.
A partir de
ese día, resolvieron que debían matar a Jesús.
Por eso él
no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región
próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos.
Como se
acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a
Jerusalén para purificarse.
Buscaban a
Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les parece, vendrá a la
fiesta o no?".
Los sumos
sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar
donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo”.
Comentario
del Evangelio por Juliana de Norwich (1342-después de 1416),
reclusa
inglesa. Revelaciones del amor divino,
cap. 32
“Era
necesario que un hombre muriera por el pueblo”
“En una
ocasión nuestro buen Señor dijo: “Todas las cosas acabarán bien”; en otra
ocasión dijo: “Y tú misma verás que todo acabará bien”. Y de esto el alma
obtuvo dos enseñanzas diferentes. Una era ésta: que él quiere que nosotros
sepamos que presta atención no sólo a las cosas grandes y nobles, sino también
a todas aquellas que son pequeñas y humildes, a los hombres simples y humildes,
a éste y a aquélla. Y esto es lo que quiere decir con estas palabras: “Toda cosa,
sea cual sea, acabará bien”.
Pues quiere
que sepamos que ni la cosa más pequeña será olvidada.
Otro sentido
es el siguiente: que hay muchas acciones que están mal hechas a nuestros ojos y
llevan a males tan grandes que nos parece imposible que alguna vez pueda salir
algo bueno de ellas. Y las contemplamos y nos entristecemos y lamentamos por
ellas, de manera que no podemos descansar en la santa contemplación de Dios,
como debemos hacer. Y la causa es ésta: que la razón que ahora utilizamos es
tan ciega, tan abyecta y estúpida, que no puede reconocer la elevada y
maravillosa sabiduría de Dios, ni el poder y la bondad de la santísima
Trinidad. Y ésta es su intención cuando dice: “Y tú misma verás que toda cosa
acabará bien”, como diciendo: “Acéptalo ahora en fe y confianza, y al final lo
verás realmente en la plenitud de la alegría”.
Hay una obra que la santísima Trinidad
realizará el último día, según yo lo vi. Pero qué será esta obra y cómo será
realizada es algo desconocido para toda criatura inferior a Cristo, y así será
hasta que la obra se lleve a cabo… Y quiere que lo sepamos porque quiere que
nuestras almas estén sosegadas y en paz en el amor, sin hacer caso de ninguna
preocupación que pudiera impedir nuestra verdadera alegría en él.
Esta
es la gran obra ordenada por Dios desde antes del principio, tesoro
profundamente escondido en su seno bendito, conocido sólo por él, obra por la
que hará que todo termine bien. Pues así como la santísima Trinidad creó todas
las cosas de la nada, así la misma santísima Trinidad hará buenas todas las
cosas que no lo son. Quedé profundamente maravillada en esta visión, y
contemplaba nuestra fe con esto en la mente: “Nuestra fe se fundamenta en la
palabra de Dios, y pertenece a nuestra fe que creamos que la palabra de Dios
será preservada en todas las cosas”.
Libro de Jeremías 31,10.11-12ab.13.
“La futura
felicidad de Sión”
¡Escuchen,
naciones, la palabra del Señor,
anúncienla
en las costas más lejanas!
Digan: «El
que dispersó a Israel lo reunirá,
y lo cuidará
como un pastor a su rebaño.»
Porque el
Señor ha rescatado a Jacob,
lo redimió
de una mano más fuerte que él.
Vendrán,
cantando de alegría, al cerro de Sión,
afluirán
hacia los bienes del Señor.
Entonces la
joven danzará alegremente,
los jóvenes
y los viejos se regocijarán;
yo cambiaré
su duelo en alegría,
los alegraré
y los consolaré de su aflicción.