Evangelio según San Juan 10,31-42.
"Les
hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre;
¿Por cuál de
ellas me quieren apedrear?".
“Los judíos
tomaron piedras para apedrearlo. Entonces
Jesús dijo: "Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por
cuál de ellas me quieren apedrear?".
Los judíos
le respondieron: "No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino
porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios".
Jesús les
respondió: "¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses?
Si la Ley
llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser
anulada-
¿Cómo dicen:
'Tú blasfemas', a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo:
"Yo soy Hijo de Dios"?
Si no hago
las obras de mi Padre, no me crean; pero
si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y
sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre".
Ellos
intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos.
Jesús volvió
a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó
allí.
Muchos
fueron a verlo, y la gente decía: "Juan no ha hecho ningún signo, pero
todo lo que dijo de este hombre era verdad".
Y en ese
lugar muchos creyeron en él”.
Comentario
del Evangelio por San Pedro Crisólogo
(c.406-450),
arzobispo de
Ravenna, doctor de la Iglesia Sermón 108; PL 52, 499
“¿Por cuál
de las obras buenas me queréis apedrear?
«Os exhorto por la misericordia de Dios»
(Rm 12,1). Pablo pide, o mejor dicho, Dios nos exhorta por medio de él. El
Señor se presenta como quien ruega porque prefiere ser amado que temido, y le
agrada más mostrarse como Padre que aparecer como Señor... Escucha lo que pide
el Señor: «Alargué mis manos todo el día» (Is 65,2). ¿No es alargando las manos
que habitualmente uno pide? «He alargado las manos». ¿Hacia quién? « Hacia el
pueblo» ¿Qué pueblo? Un pueblo no sólo que no cree sino «rebelde».
«He alargado
las manos»: abre sus brazos, dilata su corazón, presenta su pecho, ofrece su
seno, hace de todo su cuerpo un refugio, para mostrar a través de esta súplica
hasta qué punto es padre. En otra parte escucha a Dios que pide: «Pueblo mío,
¿qué te he hecho, en qué te he entristecido?» (Mi 6,3).
¿No ha
dicho: «Si mi divinidad os es desconocida, ¿no reconoceréis mi carne? ¡Mirad,
mirad en mí vuestro cuerpo, vuestros miembros, vuestras entrañas, vuestra sangre!
Si teméis lo que es de Dios ¿por qué no amáis lo que es vuestro? Si huis del
Señor, ¿por qué no corréis hacia el Padre?
Pero quizá sea la inmensidad de mi pasión,
cuyos responsables fuisteis vosotros, lo que os confunde. ¡No temáis! Esta cruz
no es mi aguijón, sino el aguijón de la muerte. Estos clavos no me infligen
dolor, lo que hacen es acrecentar en mí el amor por vosotros.
Estas llagas
no provocan mis gemidos, lo que hacen es introduciros más en mis entrañas. Mi
cuerpo al ser extendido en la cruz os acoge con un seno más dilatado pero no
aumenta mi sufrimiento. Mi sangre no la pierdo, la derramo por vosotros.
"Venid, pues, retornad, y comprobaréis
que soy un padre, que devuelvo bien por mal, amor por injurias, inmensa ternura
por tales heridas."
Salmo 18(17),2-7.
“Confianza
en Dios”
Yo te amo,
Señor, mi fuerza,
Señor, mi
Roca, mi fortaleza y mi libertador.
Eres mi
Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué al
Señor, que es digno de alabanza
y quedé a
salvo de mis enemigos.
Las olas de
la Muerte me envolvieron,
me aterraron
los torrentes devastadores,
me cercaron
los lazos del Abismo,
las redes de
la Muerte llegaron hasta mí.
Pero en mi
angustia invoqué al Señor,
grité a mi
Dios pidiendo auxilio,
y él escuchó
mi voz desde su Templo,
mi grito
llegó hasta sus oídos.