“El Señor, herencia
y felicidad de sus amigos”
Protégeme, Dios
mío, porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor:
«Señor, tú eres mi bien.»
El Señor es la
parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor
que me aconseja,
¡hasta de noche me
instruye mi conciencia!
Tengo siempre
presente al Señor:
él está a mi lado,
nunca vacilaré.
Por eso mi corazón
se alegra,
se regocijan mis
entrañas y todo mi ser descansa seguro:
porque no me
entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu
amigo vea el sepulcro.
Me harás conocer
el camino de la
vida,
saciándome de gozo
en tu presencia,
de felicidad eterna
a tu derecha.