Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno? Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si es un mal servidor, que piensa: 'Mi señor tardará', y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes".
Comentario del Evangelio por: San Ambrosio (hacia 340- 397),
obispo de Milán y doctor de la Iglesia 12avo sermón sobre el salmo 118; CSEL 62,258
«Estad en vela»
«Estad en vela»
"Dichoso tú cuando Cristo llama a tu puerta. Nuestra puerta es la fe que, si es
sólida, defiende toda la casa. Es por esta puerta que Cristo entra. Por eso la Iglesia dice en el Cantar de los Cantares: «Oigo la voz de mi hermano que llama a la puerta». Escucha al que llama, escucha al que desea entrar: «¡Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, mi perfecta! Que mi cabeza está cubierta de rocío y mis bucles del relente de la noche». (Ct 5,2).
Fíjate en qué momento el Dios Verbo llama a tu puerta: cuando tu cabeza está cubierta del rocío de la noche. Porque él se digna visitar a los que están sometidos a prueba y a tentaciones a fin de que ninguno sucumba, vencido por las dificultades. Su cabeza está cubierta de rocío o de gotas de agua cuando su cuerpo está penando.
Es entonces cuando hay que velar por temor a que, cuando el Esposo vendrá, no se vaya porque ha encontrado cerrada la puerta de la casa. En efecto, si tú duermes y tu corazón no está en vela (Ct 5,2), él se aleja antes de llamar; si tu corazón está en vela, llama y te pide le abras la puerta. Nosotros, pues, disponemos de la puerta de nuestra alma, y disponemos también de las puertas sobre las cuales se ha escrito: «¡Portones, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria!»