"El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo".
"Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que
venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: 'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'. ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo".
Comentario del Evangelio por : San Buenaventura (1221-1274),
franciscano, doctor de la Iglesia La Vida de san Francisco, Leyenda mayor, cap. 2
"San Francisco renuncia a todo para seguir a Cristo".
"El padre de Francisco quería hacerle comparecer ante el obispo para que renunciara a todos sus derechos como heredero y restituirle todo lo que aún poseía.
Francisco, verdadero amante de la pobreza, se prestó gustoso a la ceremonia, se presentó al tribunal del obispo y, sin aguardar un momento ni dudar en nada, sin esperar una orden ni pedir una explicación, se quitó inmediatamente todos sus vestidos y los devolvió a su padre...
Lleno de fervor, movido por una embriaguez espiritual, se quitó incluso sus zapatos y, completamente desnudo ante todos los asistentes, declaró a su padre: «Hasta ahora te he llamado padre en la tierra; desde ahora, puedo decir con toda verdad: 'Padre nuestro que estás en los cielos', puesto que es a él a quien he confiado mi tesoro y he dado mi fe.»
El obispo, hombre santo y muy digno, lloraba de admiración al ver hasta qué excesos le llevaba su amor a Dios; se levantó, y atrajo al joven hacia sus brazos, le cubrió con su manto e hizo que le trajeran con qué vestirse.
Le dieron un pobre abrigo de sayal de un campesino que estaba al servicio del obispo. Francisco lo recibió agradecido y seguidamente, recogiendo un trozo de yeso del camino, dibujó una cruz sobre su vestido el cual significaba tanto este hombre crucificado como
este pobre medio desnudo.
Es así que el servidor del gran Rey fue dejado desnudo para caminar en seguimiento de su Señor, atado desnudo en la cruz".
