Evangelio según San Juan 3,16-21.
“Sí, Dios amó tanto
al mundo”
“Sí, Dios amó tanto
al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera,
sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no
envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él,
no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el
nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el
juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz,
porque sus obras eran malas.
Todo el que obra
mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean
descubiertas.
En cambio, el que
obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto
que sus obras han sido hechas en Dios”.
Comentario del
Evangelio por San Clemente de Alejandría (150-c. 215),
teólogo Exhortación
a los Griegos, 11, 113; GCS 1, 79
“La luz vino al mundo”
"El mandato del Señor es límpido, y da
luz a los ojos" (Sal. 18,9). Recibe a Cristo, recibe la capacidad de ver,
recibe la luz, con el fin de conocer a Dios y al hombre … Recibamos la luz con
el fin de recibir a Dios, recibamos la luz y hagámonos discípulos del Señor,
rechacemos la ignorancia y las tinieblas que nublan nuestra mirada,
contemplemos al Dios verdadero … Mientras estuvimos sepultados en las tinieblas
y presos de las sombras de muerte (Mt 4,16; Is 42,7), del cielo una luz más
pura que el sol, más dulce que la vida terrena, resplandeció entre nosotros.
Esta luz es la vida eterna, y todo el que participa de ella tiene la vida. La
noche teme esta luz; por miedo, desaparece, y deja sitio al día del Señor; todo
se hizo luz sin decadencia.
Occidente se cambió en oriente; es "la
creación nueva" (Ga 6,15; Ap 21,1). Porque el "Sol de justicia"
(Ml 3,20), que pasa por todas partes, visita a todo el género humano sin
distinción. Imita a su Padre que “ hace salir su sol sobre todos los hombres"
(Mt 5,45) y difunde en todos el rocío de la verdad… Crucificando a la muerte,
la transformó en vida; arrancó al hombre de la perdición y lo colocó en los
cielos; trasplantó lo que era perecedero para convertirlo en imperecedero;
convirtió la tierra en cielo…
Da la vida de Dios a los hombres por su
enseñanza divina, "poniendo sus leyes en su pensamiento e inscribiéndolas
en su corazón: todos conocerán a Dios, desde los más pequeños hasta los más
grandes, y perdonaré sus faltas, dice Dios, no recordaré más sus pecados"
(Jr 31,33s). Acojamos pues las leyes de la vida, obedezcamos las enseñanzas de
Dios, aprendamos a conocerlo”.