“El Señor, defensor
de su ungido”
¿Por qué se
amotinan las naciones
y los pueblos hacen
vanos proyectos?
Los reyes de la
tierra se sublevan,
y los príncipes
conspiran
contra el Señor y
contra su Ungido:
«Rompamos sus
ataduras, librémonos de su yugo.»
El que reina en el
cielo se sonríe;
el Señor se burla
de ellos.
Luego los increpa
airadamente
y los aterra con su
furor:
«Yo mismo establecí
a mi Rey
en Sión, mi santa
Montaña.»
Voy a comunicar el
decreto del Señor:
El me ha dicho: «Tú
eres hijo mío,
yo te he engendrado
hoy.
Pídeme y serán tu
herencia las naciones,
tu propiedad, los
confines de la tierra.
Las regirás con un
cetro de hierro
y quebrarás como
cántaro de arcilla.