Evangelio según San
Juan 6,44-51.
“Nadie puede venir
a mí, si no lo atrae el Padre que me envió ”.
Jesús dijo a la
gente: "Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo
lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el
libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al
Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto
nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el
que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de
Vida.
Sus padres, en el
desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan
que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo
bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo
daré es mi carne para la Vida del mundo".
Comentario del
Evangelio por San Ireneo de Lyon (c.130-c.208),
obispo, teólogo y
mártir Contra las herejías, V, 2, 2 (trad. breviario jueves III de Pascua)
“El pan que yo daré
es mi carne para la Vida del mundo"
“Si la carne no se salva, entonces el Señor
no nos ha redimido con su sangre, ni el cáliz de la eucaristía es participación
de su sangre, ni el pan que partimos es participación de su cuerpo (1Co 10,16).
Porque la sangre procede de las venas y de la carne y de toda la substancia
humana, de aquella substancia que asumió el Verbo de Dios en toda su realidad y
por la que nos pudo redimir con su sangre, como dice el Apóstol: Por cuya
sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Y, porque somos sus miembros (1Co 6,15) y
quiere que la creación nos alimente…, aseguró el Señor que el cáliz, que
proviene de la creación material, es su sangre derramada, con la que enriquece
nuestra sangre, y que el pan, que también proviene de esta creación, es su
cuerpo, que enriquece nuestro cuerpo.
Cuando la copa de vino mezclado con agua y
el pan preparado por el hombre reciben la Palabra de Dios, se convierten en la
eucaristía de la sangre y del cuerpo de Cristo y con ella se sostiene y se
vigoriza la substancia de nuestra carne, ¿cómo pueden, pues, pretender los
herejes que la carne es incapaz de recibir el don de Dios, que consiste en la
vida eterna, si esta carne se nutre con la sangre y el cuerpo del Señor y llega
a ser parte de este mismo cuerpo? Por ello bien dice el Apóstol en su carta a
los Efesios: “Somos miembros de su cuerpo, hueso de sus huesos y carne de su
carne” (Ef 5,30; Gn 2,23). Y esto lo afirma no de un hombre invisible y mero
espíritu…, sino de un organismo auténticamente humano, hecho de carne, nervios
y huesos; pues es este organismo el que se nutre con la copa, que es la sangre
de Cristo y se fortalece con el pan, que es su cuerpo… De la misma forma
nuestros cuerpos, nutridos con esta eucaristía y depositados en tierra…,
resucitarán a su tiempo, cuando la Palabra de Dios les otorgue de nuevo la vida
“para la gloria de Dios Padre” (Flp 2,11).