Evangelio según San Juan 6,30-35.
“El que viene a mí
jamás tendrá hambre”
“La gente dijo a
Jesús: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra
realizas?
Nuestros padres
comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el
pan bajado del cielo".
Jesús respondió:
"Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre
les da el verdadero pan del cielo;
porque el pan de Dios
es el que desciende del cielo y da Vida al mundo".
Ellos le dijeron:
"Señor, danos siempre de ese pan".
Jesús les
respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre;
el que cree en mí jamás tendrá sed”.
Comentario del Evangelio por Baudoin de Ford (¿-c. 1190),
abad cisterciense, obispo El Sacramento del Altar III,3; PL 204,,
768-769
“Mi Padre os da el verdadero pan bajado del
cielo.” (Jn 6,32)
“Dios,
cuya naturaleza es bondad, cuya sustancia es amor, cuya vida es benevolencia,
queriendo mostrarnos la dulzura de su naturaleza y la ternura que siente hacia
sus hijos, envió a su Hijo a este mundo, el pan de los ángeles (Sal 77,25) “por
el amor extremo con que nos amó” (Ef 2,4) “Porque Dios amó tanto al mundo que
entregó a su Hijo único.” (Jn 3,16)
Este es el
verdadero maná que el Señor hizo llover del cielo como alimento de los
hombres...éste el que Dios en su bondad ha preparado para sus pobres. (Sal
67,9ss) Porque Cristo, que descendió por todos los hombres y hasta el lugar
concreto de cada hombre, atrae a todos hacia si por su bondad inefable. No
rechaza a nadie y admite a todos los hombres a la conversión. Para todos los
que le reciben es dulzura deliciosa. Únicamente él puede colmar todos los
anhelos del hombre... y se adapta de manera diferente a unos y a otros, según
sus tendencias, sus deseos y apetitos...
Cada uno encuentra en él un sabor
distinto...Porque no tiene el mismo sabor para el que se convierte y comienza
el camino como para el que avanza en él o está ya llegando a la meta. No tiene
el mismo sabor en la vida activa que en la vida contemplativa, ni para el que
usa de este mundo como el que vive apartado de él, para el célibe y el hombre
casado, para el que ayuna y distingue los días como para el que considera todos
iguales. (cf Rm 14,5)...Este maná cura las enfermedades, alivia los dolores,
anima en los esfuerzos y fortalece la esperanza... Aquellos que lo han
saboreado “siempre tendrán hambre” (Ecl 24,29) Los que tienen hambre serán
saciados”.