Evangelio según San Juan 7,40-53.
"Nadie
habló jamás como este hombre".
“Algunos de
la multitud que lo habían oído, opinaban: "Este es verdaderamente el
Profeta".
Otros
decían: "Este es el Mesías". Pero otros preguntaban: "¿Acaso el
Mesías vendrá de Galilea?
¿No dice la
Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de
donde era David?".
Y por causa
de él, se produjo una división entre la gente.
Algunos
querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él.
Los guardias
fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron:
"¿Por qué no lo trajeron?".
Ellos
respondieron: "Nadie habló jamás como este hombre".
Los fariseos
respondieron: "¿También ustedes se dejaron engañar?
¿Acaso
alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él?
En cambio,
esa gente que no conoce la Ley está maldita".
Nicodemo,
uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo:
"¿Acaso
nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que
hizo?".
Le
respondieron: "¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás
que de Galilea no surge ningún profeta".
Y cada uno
regresó a su casa”.
Comentario
del Evangelio por San Juan de la Cruz (1542-1591),
carmelita
descalzo, doctor de la Iglesia La Subida del Monte Carmelo II, 22,5ss
“Nadie ha
hablado jamás como habla este hombre.”
“...El que ahora quisiese preguntar a Dios
o querer alguna visión o revelación...le podría responder Dios de esta manera,
diciendo: “Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi
Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más
que eso? Pon los ojos sólo en Él, porque en Él te lo tengo todo dicho y
revelado, y hallarás en Él aún más de lo que pides y deseas...
Si quisieres que te respondiese yo alguna
palabra de consuelo, mira a mi Hijo sujeto a mí y sujetado por mi amor y
afligido, y verás cuántas te responde. Si quisieres que te declare yo algunas
cosas ocultas o casos, pon solos los ojos en Él, y hallarás ocultísimos
misterios y sabiduría y maravillas de Dios que están encerradas en Él, según mi
apóstol dice: “...Cristo, en quien se encierran todos los tesoros de la
sabiduría y de la ciencia.” (Col 2,3) los cuáles tesoros de la sabiduría serán
para ti muy más altos y sabrosos y provechosos que las cosas que tú querías
saber. Que por eso se gloriaba el mismo apóstol, diciendo que “nunca entre
vosotros me precié de conocer otra cosa sino a Jesucristo, y a éste
crucificado.” (1Cor 2,3) Y si también quisieses otras visiones y revelaciones
divinas o corporales, mírale a Él también humanado, y hallarás en eso más que
piensas, porque también dice el apóstol: “Porque es en Cristo hecho hombre en
quien habita la plenitud de la divinidad” (Col 2,9).
No conviene, pues, ya preguntar a Dios de
aquella manera, ni es necesario que ya hable, pues, acabando de hablar toda la
fe en Cristo, no hay más fe que revelar ni la habrá jamás”.